jueves, 1 de mayo de 2014

Sabiduría gitana

El otro día mientras caminaba de vuelta de la biblioteca, la cual se ha convertido en una gran amiga y maestra de las enseñanzas que debo aprender, se acercó una gitana quien me pidió una moneda. Como últimamente el dinero se ha estado transformando en un asunto sin importancia para mí, aunque necesario para lograr metas, accedí a buscar en mi monedero algo para darle. Cuando le di la moneda me dice que le había quedado bien y quería hacerme un regalo. La verdad, creo que ya sabía a lo que iba, además me lo advirtió una persona que iba pasando. La gitana me dice que confiara en ella que no iba a pasar nada malo, igual estaba un poco temerosa. No sé cómo lo hacen pero tienen un poder de convencimiento magnífico, serían unas excelentes vendedoras si se lo propusieran. Me hizo sacarme mis anillos, los cuales envolvió en un papel y luego me dijo que no tuviese miedo que no me los iba a robar y me pidió soplara el papel. Lo abre de nuevo y lo que vi eran trozos de metal amarillos y blancos. Sinceramente, no sé cómo lo hizo, parecía una auténtica maga. Casi me puse a llorar, porque los anillos tenían un significado para mí. Los de plata son de mi pareja y los de oro un regalo de mi madre, de modo que me sentía mal cuando vi que estaban hecho polvo. Me dijo que estuviese tranquila, que confiara, mientras yo le decía que le daría plata si me devolvía mis anillos. Cerró el papel, lo puso en mi mano, y me pidió que soplara de nuevo, cuando abro mi mano que estaba bien empuñada, los tenía de vuelta. No sé en qué momento cambió el papel. Luego, mientras seguía confundida, me pregunto si tenía dinero, yo le dije que no mucha y me hizo sacar la billetera de la cual sacamos como $13.000 hizo el mismo show que con los anillos, solo que esta vez, el dinero desapareció, solo me devolvió $1.000. Solo tenía en la mano unos trozos de papel mojado que me decía que ese era el dinero y que nadie me los iba a aceptar. Además, que tuviese confianza porque al otro día iba a encontrar el doble. La verdad aunque trataba de autoconvencerme, ya sabía que no era cierto. No sacaba nada con alegarle, solo iba a pasar un mal rato yo, porque de seguro no iba a tener el dinero de vuelta. Solo quedé con la sensación de haber presenciado un espectáculo de magia en la que fui la protagonista y terminó con una frase que me viene siguiendo desde hace tiempo de que "todo se trata de tener fe".

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